Convivir con la infancia: el gran reto.

PEQUEÑOS Y GRANDES DESAFIOS QUE NOS OFRECEN LOS NIÑ@S.

En el artículo anterior se trató el tema de los niños y niñas como maestr@s espirituales y de la gran oportunidad que supone el compartir nuestro tiempo  de una forma o de otra con ell@s.

Siendo esto así, cualquiera que haya trabajado o convivido con ell@s se habrá dado cuenta,  de lo que pueden llegar a confrontarnos en algunos momentos, por más admiración y amor que sintamos  hacia ell@s. Incluso,  muchas veces, es aquello que más admiramos de l@s pequeñ@s, aquello por lo que decimos que los son grandes maestr@s, lo que más nos confronta. En este sentido, en “Convivir con la infancia: la gran oportunidad” aludía a unas bellas palabras del pedagogo Francesco Tonucci, en las que hablaba de lo que suponen para nosotros los desplazamientos con niños, que muy bien pueden ejemplificar también este punto.

Ante la perspectiva de ser padres y madres o de comenzar a dar nuestras clases para niñ@s, es frecuente que nos imaginemos en un ambiente tranquilo, relajado en el que es@s seres sabios e inocentes se dejan guiar por nosotros en una experiencia agradable y enriquecedora para tod@s. Sin embargo, cuando nos vemos envueltos de lleno en la relación con la infancia, no tardamos en darnos cuenta de que aquello es más complejo de lo que creíamos.

Grandes y pequeños tienen necesidades diferentes que, en muchas ocasiones son contrapuestas y e incluso chocan entre ellas. A esto se une que los ell@s poseen unas características propias que los diferencian de los adultos y que hacen que estos puedan verse, en ocasiones, desbordados.

Sus corazones laten mucho más rápido que los nuestros, y por lo tanto su percepción del tiempo es más lenta y su ritmo vital nos puede llegar a resultar vertiginoso, “no paran”. Además los adultos, y más si practicamos algún tipo de disciplina espiritual, como Yoga o meditación, nos encontramos cómodos en el silencio, en la quietud.

Queremos darles una experiencia educativa que llamamos respetuosa, de cuidado y consideración a lo que ell@s son, una experiencia educativa alegre y gozosa. Pero ocurre que la alegría y el bullicio suelen ir de la mano y es posible que pronto tanto alboroto nos genere unos altos niveles de estrés. Además esto es así, independientemente del nivel energético y estado anímico en el que se encuentra el adulto en un momento dado.

Los peques, además, aún no han aprendido a canalizar y gestionar sus emociones, simplemente las experimentan y las dejan salir, en ocasiones, de formas socialmente no aceptadas o que pueden suponer un choque entre ellos y con nuestra necesidad de orden y de garantizar la seguridad de todos los miembros del grupo.

Dijimos también que l@s niñ@s son canales de la verdad, y lo son en todo momento y circunstancia, incluso cuando no estamos preparados para escucharla, igual un día te reciben con un “Seño qué guapa vas” que al día siguiente, como me dijo Pedro hace poco: “Seño es que tienes sueño?” “No, por qué lo preguntas? “Porque como llevas los pelos asi… “Este es un ejemplo simpático, pero a veces las verdades son tan difíciles de aceptar…

Los pequeños demandan de nosotros altas dosis de presencia, de atención, de compañía, de acompañamiento, que, a veces al adulto, por diferentes razones, le cuesta proporcionar, por muy legítima que sea esta aspiración infantil.

Ocurre también muchas veces que el ego adulto se manifiesta en forma de expectativas acerca de cómo discurrirá la clase, o de los resultados o productos que esperamos que obtengan nuestros alumnos o nuestros hij@s. Planificamos una actividad y sin querer, ya estamos visualizando como quedará. Al llevarla a cabo nos encontramos intentando que todo fluya en la dirección que habíamos previsto. Sin embargo, para ellos lo importante es el proceso, pueden quedarse atrapados durante mucho tiempo en uno de los pasos, o saltarse cuatro de un salto. En estas circunstancias solemos tender a querer reconducir la situación al camino prefijado por nosotros, con mayor o menor fortuna, lo que puede llegar a producirnos altas dosis de frustración.

Si bien todo lo dicho, (y otras muchas cosas que, seguro, se habrán quedado en el tintero), hace que la convivencia y el trabajo con niños, requiera un gran compromiso de nuestra parte; más allá de la forma ser infantil y de las particularidades de los integrantes del grupo con el que trabajamos o de nuestros propios hijos, el mayor de los retos que nos proporcionan la convivencia y el trabajo con l@s pequeñ@s, deriva del propio encuentro, y es que, cualquier relación estrecha es susceptible de constituir un desafío para el ego.

Sabemos que todo lo que percibimos en el mundo que nos rodea no es más que el reflejo de nuestro propio interior. El otro nos muestra, como un espejo nuestras luces y nuestras sombras. Todo lo que admiramos en él nos muestra nuestra luz, y aquello que nos cuesta aceptar, nos está revelando lo que, de hecho, está en nosotros pero que permanece oculto en la oscuridad de nuestro inconsciente. Así por ejemplo, cuanto menos nos permitamos a nosotros mismos salirnos de camino “correcto”, el  socialmente marcado, más nos confrontará la rebeldía de los niños, cuando realmente esta no es más que la expresión de su alma.

L@s niñ@s son el espejo más claro en el que te puedes mirar. En ell@s puedes observar tu propia grandeza, tu espontaneidad y tu pureza, cuando reconoces y admiras las suyas. Sucede también que en los espejos no siempre te ves muy favorecid@. Algunos días no estás al cien por cien o estás nervioso y resulta que ellos te devuelven tu propia imagen. Ese día nada funciona.

Puede llegar a pasar que las circunstancias nos sobrepasen, que aquello que se nos muestra sea inaceptable para nosotr@s. Nos podemos ver entonces tentados a huir, de hecho, son muchos los profesionales del Yoga que, después de sus primeras experiencias con niños y niñas deciden que ese trabajo no es para ellos.

Pero si estás en el “camino del corazón”, presta atención a las palabras de Edkart Tolle, cuando nos habla de las relaciones como sigue: “Cada crisis supone no solo un peligro sino también una oportunidad. (…) La oportunidad que está oculta en cada crisis no se manifiesta hasta que todos los hechos de una situación dada se reconocen y aceptan completamente. Mientras usted los niegue, mientras trate de escapar de ellos o desee que las cosas sean diferentes, la ventana de la oportunidad no se abrirá, y usted permanecerá atrapado en esa situación, que continuará siendo la misma o se deteriorará más.

En cuanto a la transformación interior, no hay nada que usted pueda hacer. No puede transformarse a sí mismo, y ciertamente no puede transformar (…) a ninguna otra persona. Todo lo que usted puede hacer es crear un espacio para que ocurra la transformación, para que entren la gracia y el amor.

Conozca la realidad de ese momento y esté atento a ese conocimiento. La relación entonces se volverá su sadhana, su práctica espiritual.”

Te animo pues, a aceptar con valentía la propia responsabilidad en lo que sucede en tu clase o en tu casa, y considerar este trabajo, esta vivencia como un camino espiritual. Y cada una de tus clases o de tus tardes, como dice el maestro, un sadhana. Y es que, qué mejor ocasión podemos encontrar para practicar la atención plena, el desapego, adquirir las enseñanzas fundamentales de la compasión y de la paciencia, sabiendo que, como en el encuentro con cualquier Maestro Espiritual, el encuentro con la infancia es todo un reto para nuestro ego. Un reto que será tanto más desafiante, cuanto más alejados estemos nosotros de nuestra esencia divina.

Y en lo relativo a lo más práctico y cotidiano hay muchas soluciones y técnicas que puedes emplear para que todo se vuelva más sencillo:

  • Ten preparada una buena chistera de la que sacar muchos recursos, a la velocidad que el ritmo infantil te demande.
  • Prepara bien el ambiente. No dejes a su alcance materiales que puedan atrapar su atención cuando no sea el momento, o que puedan provocar conflictos, como juguetes que no pienses usar durante la sesión o como la tableta de chocolate encima de la mesa antes de comer.
  • Echa mano de técnicas yóguicas y ponte a trabajar para fortalecer tus glándulas suprarrenales, encargadas de producir las sustancias que hacen posible que resistas el estrés. Sencillas posturas como Sukhasana o postura fácil, Viparita karani, postura de las piernas recargadas en la pared, o Setu Bandha Sarvangasana postura del pequeño puente, fortalecen las suprarenales para que nos sea más fácil lidiar con circunstancias estresantes. Si practicas Kundalini Yoga tienes, por ejemplo, la fantástica “Serie para el Estrés, las Suprarrenales y los Riñones.”
  • Trabaja con tus pequeños el reconocimiento y la gestión saludable de las propias emociones, que es una parte muy importante  del trabajo en Yoga para niños. En la medida que lo trabajes en clase, más éxito tendremos lidiando con este tema.
  • Abandona tus inquietudes, tus preocupaciones, durante el tiempo compartido con ell@s, silencia tu móvil y disponte a estar plenamente presente, atento y disponible.
  • Y para terminar, te invito, a practicar el desapego acerca de los resultados, a abandonar el plan previsto y a zambullirte, al igual que ell@s, en el proceso, en el maravilloso y único momento presente.

Si tan sólo sigues estos pequeños consejos, verás que la experiencia cambiará totalmente, tornándose mucho más plena y satisfactoria. Sat Nam.

Referencia bibliográfica: Tolle, E. “El Poder del Ahora. Un Camino Hacia la Realización Espiritual” Grijalbo: 2002.

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