El camino del alma

De pequeña fui una niña con una conexión espiritual importante. Me sentía segura y protegida en el mundo. Además recuerdo que me hacía frecuentes  preguntas existenciales, y me maravillaba la inmensidad y la belleza del universo. También recuerdo que tenía una sensación de que, nosotros, los niños y las niñas no éramos totalmente respetados como lo eran los adultos. En cierto modo sentía que, como niña, era una “persona de segunda”.

En algún punto de mi pubertad debí perder aquella conexión espiritual infantil, y además, todo ese sentimiento de injusticia que había experimentado en la infancia, cristalizó en una adolescencia bastante  rebelde y esta etapa de mi vida transcurrió, entre amigos, risas y fiestas, sin preocupaciones pero también de forma muy poco consciente, incluso, en ocasiones peligrosa.

Quizás el recuerdo inconsciente de esa infancia espiritual fue lo que hizo que lo mío con los niños fuera amor a primera vista. Con dieciocho años comencé a trabajar como monitora en un comedor escolar. Desde que abandoné mi niñez hasta entonces había estado completamente ajena al mundo infantil, y mi reencuentro con ell@s fue toda una sorpresa. Me cautivaron su pureza, su sencillez, su saber quiénes son y qué necesitan, su capacidad de reponerse ante la adversidad, de volver al ahora, de soltar…Me cautivó su verdad.

No tardé en abandonar mis estudios de derecho y redireccionarme hacia la educación. Y, como no podía ser de otra manera, debido a mis vivencias infantiles, me sentí fuertemente atraída hacia la línea de la educación libre y respetuosa, hacia esas corrientes psicológicas y pegagógicas que apuestan porque la educación debe dejar desplegarse la propia naturaleza del niño y confiar en sus capacidades naturales, apostando porque, como dijo el filósofo Jean-Jacques Rousseau, el ser humano nace bueno, es bueno por naturaleza. Me fui procurando una sólida formación en este tema.

Por la época en que estudiaba, abandoné la casa de mis padres, y fue entonces cuando comencé a padecer estrés y ansiedad: esa sensación de protección que había tenido en mi infancia, y la despreocupación de mi adolescencia me habían abandonado. Los  temas laborales, de pareja, la hipoteca…llenaban mi mente día y noche, durante aquellos años el estrés, las preocupaciones y el insomnio, me impedían llevar una existencia plena. Se puede decir que la vida se me hacía cuesta arriba, era como si llevara arrastrando una pesada carga.

Dos años después llegó al mundo mi hija Gloria. Fue una niña deseada y buscada, y nuestros primeros años juntas fueron una deliciosa aventura en la que ambas compartíamos mucho tiempo y yo ponía en práctica todo aquello que estudiaba sobre educación y crianza respetuosa. Cinco años más tarde llegó Manuel y muy poco después Juan. Junto al más pequeño de mis hijos alcancé también la ansiada estabilidad laboral, puesto que saqué plaza en las oposiciones al Cuerpo de Maestros de mi Comunidad Autónoma.

A pesar de que puedo decir que, como madre disfrutaba mucho de la convivencia con mis hijos, al igual que en otros aspectos de mi vida, el miedo y las preocupaciones no me dejaban experimentar mi maternidad con total plenitud, temía que enfermasen, o a que algo malo les ocurriera, tenía miedo a perderlos.

Además en aquella época tenía también niveles altos de estrés que me mantenían en un estado de ansiedad e insomnio crónicos. El trabajo como maestra constituía para mí un gran reto, al intentar aplicar en el aula todo aquello que había aprendido sobre educación respetuosa y en lo que creía profundamente. Como es habitual en muchos docentes, culpaba a las condiciones laborales en las escuelas, la falta de medios materiales y humanos, las  ratios profesor-alumno demasiado elevadas, la cultura educativa en la que me veía inserta, que no tenía que ver con mis valores, los ambientes difíciles de los que procedía mis alumnos…

En aquellas circunstancias, en el año 2006, se cruzó en mi camino un curso de Kinesiología aplicado al ámbito escolar. Aquel momento, marcó un antes y un después en mi vida. Allí entré en contacto con una dimensión hasta entonces desconocida que me abrió la puerta a un nuevo mundo de posibilidades que, para mí, una persona racional, aburrida y desesperanzada del mundo que conocía, supuso un punto de inflexión. Había descubierto que la vida era mucho más de lo que se puede demostrar científicamente y había descubierto el mundo espiritual.

No tardé en formarme  en Reiki y comenzar a practicar Kundalini Yoga. Y con ello dije adiós a la ansiedad, el estrés y el insomnio, y, no solo eso, comencé a vivir de una forma más ligera y a recuperar aquella sensación de seguridad y protección de mi infancia.

En el año 2013 comencé mi formación como instructora de Kundalini Yoga en la Asociación Española de Kundalini Yoga. Al finalizar esta, impartí clases de Yoga y meditación durante tres años. También completé formaciones en Yoga Para Niñ@s y Familias en Yoguitos y Cuentiños por Lisa Howe, con la que después he estado colaborando como experta en convivencia respetuosa con la infancia.

Durante todo este tiempo me he dedicado además a estudiar las enseñanzas de grandes maestros espirituales como  Edgar Tolle, Miguel Ruiz, Deepak Chopra u Osho a través de sus libros, y he investigado y me formado en temas tales como, inteligencia emocional, habilidades sociales, manejo de estrés y ansiedad, origen emocional de la enfermedad…

Todo ello me ha llevado a descubrir y adoptar un estilo de vida saludable, a nivel físico, mental y espiritual, que ha elevado mi frecuencia vibratoria y me ha llevado a vivir la vida de una forma plena. Ahora he vuelto a sentir aquella conexión, que de niña ya tenía, a tener una confianza básica en la vida, a aceptar aquello que llega a ella, aceptarme a mí misma en toda mi humanidad, y, por tanto a aceptar a los demás y al mundo tal como son, a responsabilizarme de mi propia experiencia, en definitiva a estar en paz con la vida.

Por supuesto que a lo largo de los más de veinte años de estudio y trabajo en el campo de la educación, y convivencia con la infancia he ido descubriendo muchas cosas sobre la naturaleza de los niños y niñas pequeñas, aprendiendo muchos trucos, formas de hacer las cosas, pero, de lo que ahora me doy cuenta también es de que la coherencia en mis relaciones con las personas y con los grupos de niños y niñas con los que trabajo, la buena marcha de las sesiones, la calidad del tiempo que pasamos juntos, la convivencia pacífica y amorosa, dependen de mi. Que la realidad que reflejo en el exterior es la que proyecto yo misma. Que debo aceptar mi propia responsabilidad, en lo que funciona y en lo que no, hacer el trabajo en mí misma, madurar emocionalmente, amarme y aceptarme para poder amar plenamente y aceptar a los otros y al mundo en el que vivo

Después de finalizar mis estudios de Coaching, me encuentro preparada para acompañar y ayudar a otras personas a recorrer el camino que les lleve a la serenidad y al gozo de vivir y contribuir a que tu convivencia con los pequeños sea cada vez más agradable, respetuosa y amorosa, teniendo en  cuenta siempre que cada niño y cada niña, y cada familia son únicos, y que cada profe o cada mamá o papá tienen su propio camino que recorrer. Un camino apasionante de crecimiento junto con l@s pequeñ@s.

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