Si tienes hijos o estás pensando en tenerlos o en dedicar tu vida profesional o parte de ella a trabajar con la infancia, o ya lo haces, te doy mi más sincera enhorabuena, porque esa es una decisión acertada y valiente, sobre todo si estás en el camino de la búsqueda espiritual.
Trabajando con niños y niñas te puedes ahorrar una gran cantidad de dinero, ya que no necesitarás hacer peregrinaciones a lugares sagrados, ni entrevistarte o estudiar con grandes guías espirituales, lamas o swuamis, tan sólo con prestar atención y estar abiert@ a las grandes enseñanzas que te pueden proporcionar estos pequeñ@s maestr@s tienes garantizado un enorme progreso.
“Cuanto más pequeños son los niños, menos por supuesto se da el mundo para ellos. Ver las cosas con los ojos de los niños nos puede ayudar a encontrarlo todo fascinante (…). Encararnos con su óptica diferente nos puede abrir una perspectiva,(…) metafísica, porque nos empuja a ver de nuevo con distancia y frescura nuestros hábitos y nuestras certezas. Puede ser una experiencia desestructurante que nos provoca nuevos puntos de vista. El crecimiento no va sólo en una dirección; en el encuentro con los niños también los adultos pueden crecer. “ Ritscher (2002)
Efectivamente, los adultos deberíamos aprender de los niños y niñas pequeños. Solamente observándolos atentamente nos daremos cuenta de que ell@s son los más grandes y auténticos maestros, ya que ellos de forma natural actúan como los grandes iluminados nos han enseñado.
Y es que, como dice el poema de William Wordsworth (en Weis 2006), “…[los seres humanos] llegamos arrastrando nubes de gloria desde Dios, nuestra morada. El cielo nos rodea en nuestra infancia.“
Los niños y niñas, están en comunicación con su alma, son sencillos y auténticos, saben muy bien quienes son, qué les gusta, qué quieren hacer en cada momento. Algo tan sencillo pero que al adulto le cuesta, porque esa naturaleza que tienen ellos, poco a poco se va escondiendo bajo la pátina de la sociedad.
Los niños y niñas, en un ambiente respetuoso, saben que no tienen nada que demostrar y por lo tanto no tienen problema en manifestarse tal y como son, expresan abiertamente su amor y su vulnerabilidad, sus alegrías y penas…sin miedo al juicio de los demás. ¡Cuántos adultos, sin embargo, actúan en función de lo que se espera de ellos, y ni siquiera se plantean hacer lo que desean!
Los pequeños, tal como nos recomiendan las enseñanzas tántricas, aceptan y viven las emociones de manera saludable. No les verás reprimiendo su ira, su tristeza, o su miedo, por lo que los demás pensarán. Las viven, se entregan a ellas hasta que las trascienden. Mientras que a los adultos les cuesta, incluso reconocerlas a veces. Si conserváramos esta capacidad cuando vamos creciendo, a la par que aprendemos a gestionarlas, nos evitaríamos muchos síntomas físicos y terapias, en el mejor de los casos, cuando no enfermedades más o menos graves.
Otra lección importante que un adulto puede aprender de un niño es la presencia. Sin asistir clases de mindfullness, los pequeños se zambullen en el momento presente, no vamos a decir con facilidad, como si fuera algo que tuvieran que proponerse, sino que esta es su naturaleza: el vivir plenamente el aquí y el ahora.
En efecto, a sus ojos todo es nuevo y maravilloso, tienen esa capacidad de asombro ante la grandeza de la creación. El vuelo de un insecto, la sonoridad del agua, el tacto de la tierra, los juegos que propone el viento…cualquier elemento, en especial aquellos que forman parte de la naturaleza, es objeto de admiración, estudio y juego para ellos.
El gran pedagogo italiano Francesco Tonucci, en su libro “La Ciudad de los Niños”, lo ilustra de esta forma, “Nuestros desplazamientos, cada vez más a menudo, son traslados, pasos de un punto a otro, dirigidos a un objetivo, por tanto proyectados al futuro, ligados a una función. Distraídos por esas preocupaciones intentamos llegar en el menor tiempo posible al lugar de destino. Los niños se comportan de manera completamente diferente. Viven sus desplazamientos como una sucesión de momentos presentes, cada uno importante por sí mismo, cada uno digno de una parada, de una sorpresa, de un contacto. Y entonces los tiempos alargan, los bolsillos de los niños se llenan de piedras, de hojas, de papeles, y la mente se llena de imágenes, de preguntas, de nuevos descubrimientos. Y todo está junto: lo hermoso, lo nuevo, lo general y lo particular. Y esto suele ser causa de incomprensión por parte de los mayores, que recomiendan neciamente: “ ¡No te detengas a cada momento!”, “No pierdas el tiempo!”, sin darse cuenta de que es precisamente perdiendo el tiempo como nos hacemos mayores.” (Tonucci, 1996).
Muchas cosas más se pueden decir de los niños y niñas: como que son fuente de creatividad infinita, canal para la verdad en todo momento, que experimentan constantemente el gozo, la dicha, la alegría de vivir…
Pero la más grande enseñanza que puedes recibir de ellos es la del amor y el perdón. Practican el amor incondicional y el perdón más puro. Si tienes la suerte de contar con el amor de un niño o de una niña, ten por seguro que se trata de un amor incondicional, un amor inocente y confiado, alegre y sencillo. Un amor que se demuestra, ya que el mundo infantil es completamente lógico, en sus mentes no existe la contradicción, si te aman te abrazan y te besan.
Y no has de temer a su rencor si les has fallado, el perdón de los niños es de corazón: puro y verdadero. Siguiendo la metáfora de Etckart Tolle (2007), son capaces de sacudir las alas, al igual que los cisnes, después de un desencuentro, para liberar el exceso de energía, un tiempo cada uno por su lado, y cuanto se les olvida, otra vez tan amigos. Ellos no resienten porque viven el presente plenamente.
Por algo dijo el maestro Jesus: “Dejad que los niños se acerquen a mí y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como estos es el reino de los cielos”. Mateo 19:14.
Y se da la paradoja de que somos nosotros, los adultos, los que poco a poco, hemos perdido la Unión, los que nos proponemos enseñarles yoga…¡Ell@s ya están en Yoga!
Debemos acercarnos a este trabajo con toda la humildad que un estudiante se acerca a su maestro, con el firme convencimiento de que merecerá la pena afrontar los retos que este encuentro, seguro, nos va a proporcionar, ya que de él va a derivar nuestro propio crecimiento. Un camino apasionante que te animo a explorar con la mente y el corazón abierto.
BIBLIOGRAFÍA:
- Richter, P. “Qué Haremos Cuando Seamos Pequeños” Octaedro: 2002.
- Weiss, B. “Lazos De Amor” S.A. Ediciones B: 2006.
- Tonucci, F. “La ciudad de los niños” Grao: 1996.
- Tolle, E. “Un Nuevo Mundo, Ahora.” Debolsillo: 2007.
Soy Pilar Gea, docente de profesión, obtuve mi plaza en las oposiciones al cuerpo de maestros en el año 2007, siguiendo el sistema que yo misma diseñé.
En 2009 comencé a trabajar como preparadora por mi especialidad: educación infantil.
En 2020 me lancé como mentora para opositores a los cuerpos docentes de otras etapas y especialidades.
Tengo un amplio recorrido en temas de desarrollo personal que me permite ayudar mejor a los opositores. Soy instructora de kundalini Yoga certificada y he superado el módulo Mente y Meditación por KRY y AEKY. También soy Coach certificada por UNED y ICG. Dentro del coaching me especializo en proceso opositor.
Soy escritora de los libros: “La Maestra Mínima” dirigido a docentes, en el que enseño a simplificar la labor docente y ganar coherencia en el aula de Educación Infantil; y “Maldito Viento”.
Actualmente trabajo como preparadora de educación infantil por la Comunidad Autónoma Región de Murcia, y he creado el programa on line “Oposita para triunfar” con el que guío a opositores de las diferentes especialidades que imparten docencia en cualquier comunidad autónoma.